1. Introducción
Los resultados electorales del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en las primeras elecciones generales democráticas en España en 1977, tras la dictadura militar del general Franco, fueron mucho mejores de lo esperado: el Partido Comunista era el partido ocialmente reconocido como antifranquista, y al PSOE se la acusaba de llevar 40 años de vacaciones.
Esta era la situación en la que el Partido Socialista Obrero Español llegaba a estas elecciones, situación que no auguraba el resultado que finalmente se produjo. Una organización que apenas contaba con poco más de 50.000 afiliados antes de las elecciones (Martín, 2009), tuvo un resultado electoral de 118 diputados con más de 5,3 millones de votantes frente a los 20 diputados con algo menos de 2 millones de votos del Partido Comunista de España (PCE) de Santiago Carrillo, y los 6 diputados del Partido Socialista Popular (PSP), con más de 800.000 votos de Enrique Tierno Galván. Las elecciones las ganó la coalición de partidos Unión de Centro Democrático (UCD) de Adolfo Suárez con 165 diputados y poco más de 6,3 millones de votos[1].
El PSOE en 1977 era un partido político que, atendiendo a su afiliación e implantación territorial, se podría decir que padecía anemia. La comparativa con el resto de partidos políticos europeos en número de afiliados y el porcentaje de votos obtenidos por el resto de partidos socialistas o socialdemócratas así lo demuestra. El SPD alemán obtuvo un 42% de los votos en las elecciones generales de 1976 con 1millón de afiliados, el PSF francés obtuvo, en las legislativas de 1978, un 22% de apoyos electorales con 200.000 afiliados o el PSP portugués, que con un 29% de apoyo electoral en las parlamentarias de 1979, contaba con 75.000 afiliados (Tezanos, 1981)[2].
La memoria histórica en el socialismo español era un activo incontestable en un partido que iba a cumplir un siglo dos años después de esas elecciones. Como se verá en este artículo, el material conservado en los Archivos de la Fundación Pablo Iglesias -institución cuyo objetivo es conservar y divulgar la historia del socialismo español- tanto personales como de múltiples agrupaciones locales de la organización, así como los datos electorales, demuestran la importante implantación territorial de las organizaciones socialistas PSOE y Unión General de Trabajadores (UGT), en comparación con la del resto de partidos y sindicatos de izquierdas al perpetrarse el golpe de Estado. Además, podremos comparar también los resultados de las últimas elecciones generales en 1936 del PSOE con los resultados de las elecciones generales de 1977 tras recuperarse las libertades y legalizarse los partidos políticos.
Gracias a los ingentes archivos personales y a la historiografía tradicional y también más reciente[3], tenemos una versión detallada y consolidada sobre esa etapa en la que el PSOE mantuvo una doble estructura, interior y exterior, y a su vez una doble estrategia y filosofía organizativa: por un lado, el exilio en México con Indalecio Prieto a la cabeza y, del otro, el exilio en Francia, comandado por Rodolfo Llopis. Pero el PSOE mantuvo su funcionamiento en el que fue capaz de celebrar hasta trece congresos, mientras El Socialista no dejaba de imprimirse y publicarse.
Es en este marco histórico, en el que se comprende cómo ese pasado -cien años en ese momento- compartido, la existencia de estructuras organizativas sólidas, la continuidad histórica que esto garantizaba, más la existencia de unas liturgias y tradiciones asentadas en el tiempo y también de un sentimiento colectivo de pertenencia a una comunidad propia, actuaron como factores estimulantes decisivos en aquellas elecciones.
Pero además de la memoria colectiva de la guerra civil, factor determinante en el resultado de 1977, el PSOE contaba con otras dos ventajas en esas elecciones: la renovación generacional e ideológica y el apoyo y reconocimiento internacional. El Partido Socialista se presentaba como un partido moderno, renovado y en sintonía con los grandes partidos de la socialdemocracia europea, que tenía como objetivo recuperar la libertad en el país: “Socialismo es libertad” y “La libertad está en tu mano” eran los lemas de los carteles electorales del PSOE para esas elecciones. También era
el único partido que presentaba a un candidato, Felipe González, que no había formado parte ni de la guerra civil ni de la estructura franquista del país.
En el ámbito internacional, destacaban los apoyos venidos de Alemania a través del líder socialdemócrata Willy Brandt, que había sido canciller y los que aportaba el socialismo francés liderado por François Mitterrand, que sería después presidente de la República. Además, los EE. UU. tampoco veían mal a esos “jóvenes nacionalistas españoles”, según describía la poderosa agencia de inteligencia americana CIA en uno de sus informes.
Como decimos, la renovación generacional que comenzó en los años 60 y que cristalizó de forma definitiva en los congresos celebrados en Toulouse en 1972 y en Suresnes en 1974 ponía al frente de una nueva cantera de dirigentes a un líder nuevo como Felipe González. Había ahora que renovar también las ideas y los programas, tarea de la que se encargó el gran teórico de la socialdemocracia española, José María Maravall (Luena; Sánchez, 2023).
Estos dos factores, modernidad y apoyo de la comunidad internacional fueron importantes, pero la memoria jugó un papel decisivo en ese éxito electoral. Basta con ver los datos electorales de 1936, donde el PSOE fue el partido más votado con 99 diputados, un apoyo electoral del 20% y una afiliación en junio de ese mismo año de 59.845 afiliados, con las citadas elecciones de 1977, donde el PSOE fue el segundo partido más votado con 118 diputados, el 29% de apoyo electoral con una afiliación de 51.500 afiliados, para anticipar que la continuidad histórica del partido obrero en
cuanto a estructura y funcionamiento y las redes de memoria establecidas y mantenidas en las condiciones más adversas durante cuatro décadas habían ejercido una poderosa influencia en el resultado salido de las urnas.
2. Situación del PSOE al acabar la guerra civil y durante el exilio
Hasta 1918, momento en que Pablo Iglesias cae gravemente enfermo, las organizaciones socialistas, Partido Socialista Obrero Español y Unión General de Trabajadores, estuvieron marcadas por el liderazgo de su fundador. A partir de este momento, 1918 y, sobre todo, a raíz de la primera escisión en el seno del PSOE en 1921, el partido y el sindicato quedó en manos de los que serían los grandes protagonistas de las políticas socialistas durante la II República, la guerra civil y el exilio, a excepción de Juan Negrín: Francisco Largo Caballero, Julián Besteiro, Indalecio
Prieto, y Andrés Saborit. De esta manera Indalecio Prieto se haría cargo del Grupo Parlamentario, Julián Besteiro del PSOE, Francisco Largo Caballero de la UGT y Andrés Saborit de la dirección del periódico El Socialista.
Aunque fueron bastantes los cismas y desencuentros que estos protagonistas y sus corrientes tuvieron durante la dictadura de Primo de Rivera y los primeros años de la República, no es hasta mediados o finales de la guerra civil cuando aparecerá el germen de una nueva escisión en el seno del Partido Socialista Obrero Español.
Como es bien sabido, el gobierno Radical-Cedista salido de las elecciones de noviembre de 1933, supuso una nueva unión entre las fuerzas de izquierdas y republicanas. A través de la coalición del Frente Popular, en las siguientes elecciones de febrero de 1936, recuperaron la presidencia del gobierno, unión que se mantuvo hasta que se produjo el levantamiento militar de julio de ese mismo año. Después de un gobierno efímero de Francisco Giral al comienzo de la guerra civil, Largo Caballero fue elegido presidente del Gobierno y ministro de la Guerra en septiembre de 1936,
formando un gobierno en el que estuvieron representadas todas las organizaciones del Frente Popular y al que en noviembre se incorporaron cuatro ministros de la Confederación Nacional del Trabajo.
Apenas ocho meses después, en mayo de 1937, se produjo la caída del gobierno de Largo Caballero por dos motivos principalmente. Por un lado, la presión que la influencia soviética ejercía sobre este gobierno a través del PCE y por otro, la retirada de la confianza al presidente del gobierno que el sector prietista realizó dentro del propio PSOE (Gabriel, 2011). Esto supuso el nombramiento de tres socialistas dentro del nuevo gobierno: Juan Negrín como presidente, e Indalecio Prieto y Anastasio de Gracia como ministros.
Tras esta disolución la reacción del sector caballerista fue movilizar a las Federaciones Provinciales del PSOE, para mostrar su desacuerdo con la disolución del gobierno, y pedir una reunión urgente con la Comisión Ejecutiva del partido. La CE hizo oídos sordos a la demanda de reunión de las Federaciones Provinciales Socialistas (FPS) encabezadas por las Federaciones de Valencia y Jaén. Ante esta situación, las Federaciones Provinciales subieron el grado de presión a la Comisión Ejecutiva del partido pidiendo una reorganización de la dirección y un Congreso extraordinario a
nivel provincial y federal (Memoria FPS, 1937). Esta situación acabó con las destituciones de las Comisiones Ejecutivas y el nombramiento de nuevas Ejecutivas en las Federaciones de Valencia y Jaén.
Del mismo modo, tanto en el Grupo Parlamentario Socialista (GPS) como en la Unión General de Trabajadores se produjeron sendas destituciones y nuevos nombramientos. Así, en septiembre de 1937, en el GPS se sustituyó a su presidente, Francisco Largo Caballero, su vicepresidente, Enrique de Francisco y su secretario, Rodolfo Llopis por Ramón González Peña, José Prat y Ramón Lamoneda, que ya era secretario del PSOE, respectivamente. El 1 de octubre de ese mismo año, el Comité Nacional de la UGT destituyó a la Comisión Ejecutiva presidida por Largo Caballero eligiendo una nueva encabezada por Ramón González Peña.
Llegados a este punto, nos encontramos a Juan Negrín presidiendo el gobierno de la II República con Indalecio Prieto como ministro de Defensa, y a Ramón Lamoneda y González Peña controlando las Ejecutivas del PSOE y la UGT respectivamente, ambos afines a Negrín. Los caballeristas, prietistas y besteristas quedaron desplazados de los grupos de dirección, provocando que estos últimos no reconocieran a las Comisiones Ejecutivas vigentes en ese momento.
Como era de esperar, en abril de 1938 le tocó el turno a Indalecio Prieto. El mes de marzo anterior el Partido Comunista había desatado “una virulenta campaña dirigida contra Prieto” (Graham, 2005) que provocó su salida del Ministerio de Defensa en la remodelación ministerial que realizó Negrín el 6 de abril.
3. Memoria de actuación de las Federaciones Provinciales Socialistas, Valencia, Editorial Meabe, 1937
La guerra civil se había llevado por delante a dos de los tres dirigentes socialistas -Largo Caballero y Prieto- que se hicieron cargo de la UGT y el PSOE después del fallecimiento de Pablo Iglesias en diciembre de 1925. El tercero, Besteiro, por el contrario, volvió a tener protagonismo en los meses finales de la guerra civil.
El socialismo español salió profundamente dividido de la guerra civil. La salida de Largo Caballero de la presidencia del gobierno en mayo de 1937 produjo una fractura en el socialismo que se materializó en la dirección de la UGT, y la crisis de gobierno que Negrín planteó en abril de 1938, con la destitución de Prieto como ministro de Defensa, no hizo sino acrecentar el malestar y la división en las organizaciones territoriales del PSOE -las Federaciones Provinciales Socialistas- en la España republicana.
Para aquellos ejecutivos que consiguieron salir al exilio su destino fue Francia en primer lugar, 440.000 refugiados según el "informe Valière", y de ellos una parte no desdeñable, 50.000 (Bennassar, 2004) partió hacia México. Es Francia a partir del verano de 1944, tras la desocupación alemana, donde se van a volver a formar las organizaciones socialistas PSOE y UGT con la duplicidad arrastrada del final de la guerra.
A partir de 1945 hubo dos sectores o dos Ejecutivas del PSOE con sedes en diferentes localidades del país galo. Por un lado, estaba la Ejecutiva dirigida por Rodolfo Llopis que aglutinaba a las tres corrientes que se formaron tras la muerte de Pablo Iglesias: caballeristas, prietistas y besteristas con sede en Toulouse; por otro, estaba la Ejecutiva dirigida por Ramón Lamoneda que aglutinaba a la corriente surgida durante la guerra: negrinistas con sede en París.
Ambas ejecutivas tuvieron su órgano de expresión y ambas asistieron a las Conferencias socialistas que se celebraron -Londres, marzo de 1945; París, agosto de 1946; Zurich, junio de 1947 y Amberes, noviembre de 1947- como representantes de los dos sectores del PSOE, hasta que finalmente el Comité de la Conferencia Socialista Internacional (COMISCO), dictaminó en febrero de 1948 que la representación del socialismo español en el COMISCO correspondía al sector de Rodolfo Llopis (GILLESPIE, 1991).
La Comisión Ejecutiva del PSOE en Toulouse fue la representación socialista española en la Internacional Socialista reorganizada en Frankfurt (Alemania) en julio de 1951, y mantuvo la organización en el exterior y la representación hasta la siguiente escisión en agosto 1972.
4. Implantación territorial del PSOE al producirse el golpe de Estado y resultados electorales hasta 1977
Antes de llegar a la citada fecha de la última escisión en el Partido Socialista Obrero Español de 1972 y entrando en los datos que sostienen la tesis que da título a este artículo, la memoria como factor determinante en los resultados electorales de 1977, conviene realizar un pequeño recorrido sobre la implantación territorial del partido hasta producirse el golpe de estado de julio de 1936.
Los primeros datos de afiliación al PSOE 4 los encontramos en 1916 con un total de 149 Agrupaciones Socialistas y 6.330 afiliados, con existencia de Agrupaciones en casi todo el territorio español: Andalucía, Aragón, Asturias, Baleares, Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, Cataluña, Galicia, Extremadura, Levante, Vascongadas y Navarra; además de tres Agrupaciones en el extranjero con 66 afiliados.
En el año siguiente, con el mismo número de Agrupaciones, se dobla el número de afiliados llegando a 12.275, manteniéndose esta cifra prácticamente igual en 1920 con 12.259 afiliados llegando a 261 Agrupaciones, y ampliando la implantación territorial a las Islas Canarias. A partir de 1920, las fuerzas del Partido Obrero van a experimentar un retroceso en el número de afiliados, que no en su implantación territorial, llegando a su cifra más baja en el año 1928 con un total de 5.226 afiliados distribuidos en 154 Agrupaciones.
Las oscilaciones y el lento crecimiento del Partido Socialista Obrero Español responden a un desarrollo en un entorno muy desfavorecedor para el mismo. Además todos los datos sobre afiliación al Partido Socialista Obrero español están extraídos a partir de los Anuarios estadísticos de España y las Memorias del PSOE presentadas a los Congresos y a las reuniones del Comité Nacional que se reflejan en la bibliografía que acompaña a este artículo.
De hacer frente a las pocas posibilidades que las leyes del momento ofrecían, tuvo que luchar en el terreno político con los partidos republicanos y, en el terreno sindical con las organizaciones anarquistas que censuraban sus métodos de organización y de lucha. Hay que tener en cuenta, como justificación a ese decrecimiento en la afiliación que, en este periodo al que nos referimos, se produce la escisión comunista de 1921 y
da comienzo, en 1923, la dictadura de Primo de Rivera que durará hasta el nacimiento de la II República en 1931.
Siguiendo los postulados establecidos de Modelos de partido (Panebianco, 1990), puede afirmarse que el PSOE fue un partido constituido por penetración territorial de legitimación interna. Esto es, desde un núcleo central se extendió hacia la periferia sin que ninguna institución externa patrocinara su nacimiento. Este lento desarrollo, pero firme en lo organizativo y en lo moral, propició que, al caer la dictadura de Primo de Rivera, el PSOE fuera el partido mejor organizado y con mayor implantación en toda España (Martín, 2000).
Durante estos años, consiguió llevar a las Cortes por primera vez un diputado socialista, Pablo Iglesias Posse, con un sufragio de 40.599 votos en la Elecciones Legislativas de marzo de 1914. En las elecciones de febrero de 1918 cosechó un apoyo de 138.925 votos, llevando al parlamento una minoría socialista de 6 diputados. Este hito en la historia del socialismo español tiene su origen en la oposición a la Restauración monárquica que se ejerció a través de la Huelga General de agosto de 1917. En las elecciones de abril de 1923, con muchos menos votos 37.047, se amplió esa minoría socialista a 7 diputados de 406 que formaban el hemiciclo. Este hecho sólo se puede entender porque, como se decía anteriormente, era el partido con mayor implantación del país.
Sin lugar a duda, es en los momentos previos a la II República y durante el desarrollo de esta cuando el PSOE obtiene el mayor impulso como organización y el mayor apoyo electoral. Si en junio de 1930 se contaban 7.859 afiliados a las distintas Agrupaciones, en 1931 ascendió a 25.000 afiliados, llegando a la cifra de 1.453 Agrupaciones y 85.895 afiliados a finales del año 1933. Por otro lado, en el plano electoral, pasó de ser la minoría socialista con 7 diputados, a convertirse en el Grupo Parlamentario más numeroso de la Cámara con 116 diputados y 1.989.088 votos en las
Elecciones Legislativas de junio de 1931.
En las últimas elecciones democráticas que se produjeron en España antes de la dictadura franquista en febrero de 1936, el PSOE siguió siendo el Grupo Parlamentario más numeroso de la Cámara con 99 diputados y 3.912.555 apoyos electorales. Poco antes de producirse la sublevación militar de julio de 1936, el Partido Socialista Obrero Español contaba con 59.845 afiliados.
Tras la guerra civil, el socialismo español tardó unos años en reorganizarse. Fue en Madrid donde, desde 1944 a 1953, se constituyeron siete Comisiones Ejecutivas del PSOE en el interior que sufrieron desarticulaciones totales o parciales sucesivamente.
En 1945, momento del punto álgido de la reorganización del socialismo en la clandestinidad, en Madrid, los informes policiales estimaban en 1.500 los militantes socialistas organizados en torno a grupos de barrio o grupos profesionales. Militantes que se reunían, cotizaban y recibían propaganda: El Socialista, Renovación y UGT (Gómez, 2021).
En la detención de la última Ejecutiva el 20 de febrero de 1953 se produjo la muerte del presidente de la misma, Tomás Centeno. Este suceso influyó decisivamente en el desarrollo posterior de la organización socialista en el interior. La Comisión Ejecutiva en el exilio y las Federaciones del interior decidieron que había que descartar el sistema de dirección seguido hasta entonces y no nombrar una nueva Ejecutiva en el interior (Martín L., 2022). Aun así, la organización clandestina siguió viva en diversos puntos de la geografía española: Euskadi, Andalucía, Asturias y Madrid fueron los
lugares donde aparecieron los socialistas que determinarían la renovación que se produciría años después.
Durante este periodo, 1944-1972, se celebraron once Congresos en el exilio siendo elegido en todos ellos secretario general Rodolfo Llopis Ferrándiz.
Posteriormente, se celebraron otros dos con la escisión ya producida. En el I Congreso en el exilio, en septiembre de 1944, estuvieron representadas 35 entidades pasando a 246 entidades representadas y 412 delegados asistentes en siguiente, celebrado en mayo de 1946. La representación de entidades y la asistencia de delegados en estos trece congresos osciló de 35 a 246 entidades y de 178 a 412 delegados, dependiendo del año (Martín, 2009).
A finales de la década de los años sesenta se va a fraguar el nuevo germen que provocará la tercera escisión en el Partido Socialista Obrero Español, que esta vez tendrá como elemento clave si la Comisión Ejecutiva debía pasar del exterior al interior. La emigración económica que se produjo durante este periodo, provocando la salida de España de miles de jóvenes en busca de trabajo, y la existencia de una nueva generación de socialistas en el interior y en el exilio -que no habían vivido ni participado en la guerra civil- provocó un distanciamiento ideológico y generacional
sobre quién debía dirigir la acción del Partido.
Las convivencias veraniegas organizadas por las Juventudes Socialistas en el sur de Francia, que permitieron el contacto entre jóvenes socialistas del exilio y del interior, el rejuvenecimiento en las organizaciones socialistas clandestinas en el interior y la aparición de Agrupaciones Socialistas en otros países ligadas a la emigración económica, provocaron que la tendencia fuera muy proclive al paso de la dirección al interior. El secretario general se negó a convocar el XII Congreso en el exilio, tal y como estaba previsto para agosto de 1972, por miedo a que la dirección del PSOE pasara a manos del interior, hecho que ya se había producido en la UGT tras el Congreso celebrado un año antes en 1971 (Martínez, 1991).
A partir de este momento se formaron dos grupos: los partidarios de seguir los acuerdos tomados y celebrar el Congreso y aquellos leales al secretario general que intentaron que este no se celebrara. Finalmente, el XII Congreso del PSOE se celebró en tiempo y forma, sin las agrupaciones ni los delegados afines a Llopis, produciéndose una nueva escisión. De este Congreso salió una dirección colegiada, sin secretario general, formada por 5 miembros del exterior y 10 del interior. Este proceso renovador acabó de culminarse durante el año 1974. En enero y marzo de ese año, la Internacional Socialista reconoció como válido el XII Congreso y reconoció a la dirección elegida como la representación del socialismo español en la Internacional[4].
En el momento de celebrarse el XII Congreso del PSOE en el exilio en octubre de 1974, el partido contaba con 1.049 afiliados del exterior y 2.548 del interior. Tras el citado Congreso celebrado en la ciudad de Suresnes salió elegido Primer secretario Felipe González Márquez, poniéndose fin a este proceso de escisión abierto dos años antes.
5. Conclusiones
En el presente texto, demostramos de qué forma distintos elementos de continuidad histórica conformaron una cultura que convirtió la memoria y el recuerdo de la guerra, la represión y el exilio como un motor de reconocimiento público y fidelidad electoral hacia el significado de las siglas del Partido Socialista Obrero Español.
Es por esto que, a pesar del descenso de la presencia real durante la dictadura, la existencia de esa cultura de organización y de partido, hizo que se extendiese la idea de que el partido estaba tan fuerte y presente como siempre, que era una idea tan válida como lo había sido en el pasado. El motor como recuerdo, como dice Timothy Garton Ash, y la historia como garantía.
Esos elementos de continuidad histórica son: la estructura territorial y la implantación territorial que el PSOE tenía por todo el país desde los años veinte, un número muy alto de afiliados, una presencia institucional permanente durante tres décadas solo truncada por la dictadura, la pervivencia de los viejos líderes y de su legado y testimonio, la continuidad ofrecida por una nueva generación que se declaraba sucesora y relevo de la generación de la guerra y el exilio y, por último, la existencia, en paralelo, de una estructura sindical hermana, la UGT, que contribuía a reforzar el sentimiento de conexión con la última experiencia democrática que el país había conocido. Porque de eso se trataba, para terminar: la historia, la cultura y la
memoria suministraron la posibilidad de recordar a un importante número de ciudadanos la hoja de servicios efectuada por un viejo partido que se mostraba dispuesto, de nuevo, a presentar credenciales para continuar con la consolidación, por fin y de una vez, de la democracia en España.
6. Bibliografía
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Gabriel, Pere (2011): Historia de la UGT (Vol. 4): un sindicalismo de guerra 1936-1939, Madrid, Siglo XXI.
Garton Ash, Timothy (2023): Europa, una historia personal, Madrid, Taurus.
Gillespie, Richard (1991): Historia del Partido Socialista Obrero Español, Madrid, Alianza Editorial.
Graham, Helen, (2005): El PSOE en la Guerra Civil: poder, crisis y derrota (1936-1939), Barcelona, Debate.
Gómez Bravo, Gutmaro (2021): Hombres sin nombre: la reconstrucción del socialismo en la clandestinidad (1939-1970), Madrid, Cátedra.
Juliá Díaz, Santos (1986a): El Socialismo en España: Desde la fundación del PSOE hasta 1975, Madrid, Editorial Pablo Iglesias y (1997b): Los socialistas en la política española, 1879-1982, Madrid, Taurus.
Luena López y Sánchez Illán (2023): La fuerza de la Socialdemocracia.
José María Maravall, biografía de un político e intelectual reformista, Valencia, Tirant.
Martínez Cobo, José y Martínez Cobo, Carlos (1989-1991a): Intrahistoria del PSOE. Vol. I-IV, Barcelona, Plaza & Janes y (2023b): El retoñar del fénix. Exilio y clandestinidad del PSOE, París-Toulouse, TULÚS Ediciones.
Martín López, Aurelio (2022): Memoria documental del socialismo español, Tesis doctoral, Madrid, Universidad Carlos III.
Martín Nájera, Aurelio (2000a): El grupo parlamentario socialista en la segunda república: estructura y funcionamiento, Madrid, Editorial Pablo Iglesias y (2009b): Partido Socialista Obrero Español, Madrid, Editorial Pablo Iglesias.
Mateos López, Abdón (1993): El PSOE contra Franco. Continuidad y renovación del socialismo español, 1953-1974, Madrid, Editorial Pablo Iglesias
Saborit Colomer, Andrés (2009): Pablo Iglesias y su tiempo: Apuntes históricos, Madrid, Editorial
7. Notas
[1] https://www.juntaelectoralcentral.es/cs/jec/documentos/GENERALES_1977_Resultados
[2] El PSOE, con 51.500 afiliados, obtuvo prácticamente el 30% de apoyo electoral, cifras
que no se corresponden con el resto de partidos hermanos
[3] Véase la bibliografía de este artículo si se quiere profundizar en la Historia del PSOE.
[4] Memoria de gestión de la C.E. Capítulo Relaciones Internacionales.